Peregrinus

Caminar en soledad

 

 

Cuando alguien empieza a plantearse realizar el Camino de Santiago, dentro de las muchas preguntas que brotan en su cabeza hay una de muy vital importancia. Como hacer el Camino, solo o acompañado. Planteamos también aquí otra cuestión que tiene mucha importancia a la hora de buscar la soledad en este viaje. Y es el momento de cuando realizarlo, en invierno o verano. Son dos buenos momentos ambos, pero hay que tener en cuenta que el verano es el periodo del año en el que más peregrinos acuden al Camino. Por el contrario, en el invierno son muy pocos, podríamos estar hablando de un centenar, los que se aventuran a transitar por este Camino mágico. Elegir el momento según nuestro estado interior y de búsqueda es muy importante. Pero no debemos olvidarnos que si una persona busca la verdadera soledad para encontrarse a sí misma no necesita, si sabe como hacerlo, estar completamente sola. Es aquí donde vamos a detenernos, porque, quien sabe buscarse en todo momento puede hacerlo aunque a su alrededor se encuentre una multitud.

 

Por eso se debe tomar una decisión tan importante dependiendo de cómo se encuentre nuestro proceso interior. Yo he podido realizar el Camino en dos ocasiones, una acompañado y la otra solo. En el primer caso pude saborear la esencia del Camino y me conquistó. Pero no lo viví tan intensamente como en la segunda vez, pues la persona con la que lo realicé iba preocupada por llegar rápido a Santiago, por no disponer del tiempo suficiente para vivirlo de una manera más intensa y espiritual, lo cual nos apartó un poco del objetivo de esta vía espiritual. Por eso es muy importante dejar las cosas muy claras y estar muy compenetrado con la persona que te acompañe en el viaje.

 

Pero en la segunda ocasión pude vivir verdaderamente el sentido de este peregrinar en mi alma. Comprobé, ya desde el momento de partir de mi ciudad en dirección a Pamplona, como poco a poco algo iba cambiando en mí. Pero la emoción se iba adueñando de mi sentir, lo que Dürckheim llama “momentos estelares del Ser”. Sí, era el Ser el que se iba haciendo presente en mí. Ya en el camino a Roncesvalles, fui sintiendo como lo divino crecía en mi interior. Veía muy claramente que el Camino iba a propiciar un cambio en mí.

 

Y así fue, pasando los días también pasaron dentro de mí otro tipo de días. Como las hojas en otoño así fueron cayendo mis estados de ánimo y mis problemas. Fui sintiendo el cansancio, el desanimo, la necesidad de un alma amiga, las condiciones climáticas, pero también, la fuerza, la vitalidad, el esfuerzo de superación, el contacto de otros con un mismo sentir. Situaciones que hoy en día en pocos sitios se viven como aquí. Le pude dar vueltas a muchas cosas de mi vida; busqué la solución de algunos problemas y encontré muchas respuestas en el Camino. Fui creciendo como persona, sentí la conexión con nuestro pasado al transitar por este camino ancestral de los pueblos de Europa. Ancestral hasta el punto que podría decir, que está ligado a nosotros desde que el hombre pisó por primera vez este continente. Acaso no es extraño que en las zonas más próximas al Camino se encuentren los restos prehistóricos más antiguos de Europa. A cada paso que daba me sentía unido a todos los que caminaron antes que yo.

 

También me iba alimentando con las maravillas arquitectónicas y mágicas, del románico y del gótico. Obras maestras de nuestro pueblo. Pude contemplar y revivir cada iglesia, cada monasterio, cada castillo… Y también cada símbolo tallado en la roca, cada relieve, cada árbol, cada montaña. Que siglo tras siglo contemplan el peregrinar de los hijos, de los descendientes de los primeros que pasaron por esos mismos lugares o construyeron esas maravillas.

 

Veía que iba descubriendo un nuevo sentir dentro de mí, un enfoque diferente de la vida y de su significado, fui despertando a un nuevo estado de conciencia. Hubo momentos de una fuerza interior vivificadora, siempre unidos a lugares importantes del Camino, Eunate, Estella, Santo Domingo, León, Cruz del Hierro, Villa Franca del Bierzo, Cebreiro, Santiago y Fisterra.

 

Contemplé la salida y puesta del Sol muchas veces, hablé con los bosques y escuché atento sus susurros, pude aprender del fluir del agua y de la vida de las nobles gentes de los pueblos, y comprendí.

 

Pero dos instantes están presentes en mi mente. Uno fue la mañana que llegué Santiago, y el otro, el atardecer que viví en Finisterre. Pero esto es otra historia.

 

 

Espero que te pueda servir mi humilde experiencia para clarificarte cómo realizar el Camino de Santiago, si solo o acompañado. Siempre, el Camino te va aportar mucho, lo importante es que ha crecido tu disposición para hacerlo y ya buscas el momento. Pero solo o en compañía debes vivirlo como corresponde, sintiendo que tú eres parte de él, y él de ti.

 

 

Verano de 2006

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