Redescubrir la Tradición 

 

 

La Tradición Occidental frente a la Oriental

                                

La fundamental diferencia podría decirse que se basa en las técnicas de individualización. La principal meta oriental sería la absorción de la individualidad por la Nada última que reside en toda la existencia. Mientras que en la tradición occidental consiste en la conquista de la identidad eterna como individualidad responsable que vive en el principio unificador de todo lo existente.

Los occidentales identificarían su ser con la “fuerza de la existencia”, expresada como entidad eterna, mientras que los orientales prefieren identificarse con el principio de inercia que le procura la pasividad necesaria para poder operar. Oriente favorece así  una perspectiva de la vida femenino-pasiva, mientras que Occidente lo hace desde un enfoque guerrero masculino-activo.

En el fondo ninguno de los dos sistemas se oponen en el fondo, pues ambas expresiones son complementarias dentro de una conciencia espiritual. De hecho, dentro de la Oriental existen ramas netamente europeizantes, y viceversa en Occidente han existido siempre vertientes netamente orientalizantes.

Oriente y Occidente consideran las mismas soluciones de la vida espiritual desde perspectivas o caminos alternativos. No obstante, aquel que pertenece a un camino esencial específico, debería seguir ese camino espiritual sin asumir actitudes ajenas. Esto es lo que suele pasar con el exceso de orientalismo que, generalmente conduce a la visión sectaria de la vida, porque aquellos principios, fuera de su lugar son manipulados por intereses ajenos a la auténtica espiritualidad.

Como sí que existen “Caminos en Occidente”, es responsabilidad d los occidentales encontrar ese camino acorde con su propia tradición interior, o sea evolucionar dentro de su “ethos” natural.

 

La importancia del origen natural de cada persona.

Podría decirse que existen tradiciones interiores heredadas, no ya por las costumbres sino por los genes, y podríamos hablar así de que existen genes espirituales. De la misma manera que heredamos rasgos y características que condicionan nuestra conducta y nuestra convivencia, también poseemos caracteres o tendencias espirituales que emanan de las fuentes originales de nuestros antepasados. En los pueblos y tribus claramente unidos y marcados por una herencia inalterable se evidencia sin dudas lo que puede llamarse Alma de un Pueblo. Es una expresión que en un mundo globalizado tiene, al parecer, poco futuro, pero para preservar la esencia del mundo, habrá que salvar todas las esencias. Existen grandes movimientos ecologistas de todo tipo para salvar la biodiversidad genética, porque el empobrecimiento de las especies vegetales y animales ha llegado a un extremo que pone en peligro el equilibrio de la naturaleza, pero en cambio, la diversidad humana se pone en entredicho. La multiriqueza cultural está en peligro ante la amenaza de la globalización. Hay que preservarla a toda costa, y para ello hay que empezar por no renunciar al propio núcleo humano de origen de cada uno. Se puede viajar, disfrutar de la diversidad, pero de nada sirve si uno no ama su comunidad propia, si uno no vuelve alguna vez a sus orígenes. Llegará un día en que, ese retorno al origen será casi una norma deseada, obligada por imperativo interior.

Algún día reconoceremos los propios “psicosomas de origen” o “tradición colectiva” para vivir de acuerdo con esta orientación heredada que facilitará gran parte del camino, sin complicarse la vida buscando en lo ajeno y lejano. Sin menospreciar no obstante la aportación de la observación de otros pueblos y culturas.

 

Hoy por hoy negar nuestra más profunda heredad espiritual tiene como resultado una especie de esquizofrenia espiritual. A través de cada grupo poblacional, con su tradición heredada, con su tradición interior se puede llegar a una conciencia colectiva central. Como occidentales debemos abrirnos a nuestro propio camino interior en vez de perdernos en los laberintos del orientalismo, que aunque útil como apoyo en algún momento, se puede volver totalmente estéril ante una clara búsqueda espiritual. Cuando el europeo intenta imitar al oriental, sus posibilidades quedan mermadas, al contrario que si intentara buscar en su entorno, en su tradición, siendo fiel  a él mismo.

La tradición espiritual en Occidente va especializándose hasta ramificarse en diversos caminos paralelos que se vinculan en las profundidades.

 

La auténtica tradición es independiente de toda organización terrena.

No existen instituciones que puedan crear una tradición en el verdadero sentido de la palabra, pero sí puede haber centros o escuelas que  puedan ser “agentes” de esta Tradición.

La verdadera referencia del camino interior europeo no se encuentra claramente en el mundo de las manifestaciones materiales. Sino en un nivel de conciencia espiritual al que se accede desde estadios terrenales, mediante trasmutadotes de conciencia que pueden ser representados, en un primer término, por las obras escritas tradicionales, y en un grado más avanzado por los guías espirituales, que en mayor o en menor grado, deben existir, ajenos al interés de un posible éxito, puesto que la sucesión, la transmisión está siempre asegurada. Por pocos que haya, siempre habrá alguno. Pero existir existe. La Tradición existe por derecho propio.

 

Disimulo de la Tradición occidental.

En Oriente, los guías, los maestros se encuentran por todas partes, no están ocultos, no quedan velados. En todas partes se palpa la tradición viva. En Occidente es al revés. Cuanto más se busca, más se hace esquiva, más parece inaccesible.

Y esa connotación va íntimamente ligada a lo que anteriormente denominábamos como “ethos” natural. Siendo este sistema causante de que sólo aquél que busca sinceramente acabe encontrando la huella.

El camino occidental es mucho más misterioso, místico y totalmente mágico, más acorde con nuestra idiosincrasia espiritual que el homólogo oriental. Puede ser que en la imperante obsesión por la curiosidad y el cotilleo social pueda parecer más atractivo el oriental, pero eso hace aún más interesante la vía occidental, porque con mayor eficacia se alejan de él los indeseables, los insaciables intelectuales, que buscan explicaciones desde su lógica para todo.

Cada una de las puertas misteriosas hacia esa tradición occidental tiene los ingredientes necesarios de selección para aceptar sólo a aquellos que son realmente dignos. El Camino Occidental sigue aún definiéndose por aquella frase por todos conocida pero por muy pocos comprendida “Cuando el discípulo está preparado, aparece el Maestro”.

 

Gottland, 27.02.2007

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