Textos

Simb0lismo de las Catedrales, 1

Los Siete obstáculos para la Iniciación 

(Adaptación del trabajo realizado por el Dr. Carlos Raitzin sobre el simbolismo iniciático de la Catedral de Metz)

  Un gran combate está por librarse pero tendrá lugar dentro de nosotros mismos. Es la Gran Batalla que menciona el Bhagavad Gita.  El esfuerzo debe ser hecho ahora por cada uno: es la Ley de la Vida.

 

LA SOBERBIA DEL SABER PROFANO

 

 

 

 ¿Que representa esto? La dama rechaza al caballero arrodillado con un fuerte puntapié y él, en el interior, ha volcado su copa...

 Ella es la Sabiduría Tradicional, la Iniciación misma que rechaza al racionalista que se le acerca henchido de soberbia y de saber profano. 

 El tiene un libro en la mano, al que sostiene con cuidado pues cree que su tesoro es la ciencia vulgar y materialista pero ha desdeñado lo más valioso, volcando la copa que contiene el néctar de la Sabiduría Espiritual.  Su orgullo y suficiencia lo pierden y descalifican. Cree saberlo todo y en realidad lo ignora todo. Su humildad es fingida y aún cuando implora de rodillas él es bruscamente rechazado. Nadie engaña a Dama Sabiduría y ella sabe que él ha derramado el néctar de la inmortalidad, negándose a conocerse a sí mismo. Esto último le inspira mucho temor a tal sujeto pues le horroriza enfrentarse a sus múltiples flaquezas. No es más que un usurpador burlado y que se aferra a la letra que mata, rechazando e ignorando al espíritu que vivifica.    

 

LA AUTODESTRUCCIÓN DEL NECIO

 

  Sin duda aquí nos vemos frente a un suicida, pero no en el sentido ordinario del término. Este hombre sacrifica a su naturaleza superior, ignorándola pues para él su naturaleza inferior es todo lo que cuenta. Desdeña lo mejor de sí mismo para atender solo a sus necesidades materiales y a sus vicios. Posterga el llamado del espíritu para acudir presuroso al de la materia. Su actitud se resume en dos palabras: NECEDAD y NEGLIGENCIA. Se engaña a sí mismo diciendo, a veces, que más adelante cambiará de actitud, pero ni él cree esto. Su vida se disipa y transcurre en pequeñeces  sin emprender la búsqueda de lo verdaderamente grande. Esto por cuanto es un ser pequeño que solo se ocupa de lo más bajo de su persona. Su voluntad y deseos no van más allá de lo material. Su hora no ha llegado todavía.

  

LA AVARICIA EGOÍSTA

 

  Henos aquí frente a un avaro, esclavo de los bienes materiales.

 Su expresión refleja la miseria de su alma. “Donde está su tesoro allí está su corazón”. También él niega las posibilidades superiores de su naturaleza humana, las que en realidad no le preocupan en lo más mínimo. Ni este triste personaje ni el anterior poseen la virtud de la Paciencia. Esto es lo que permite al iniciado soportar el peso del  mundo sin desmoronarse. La Caridad también es ajena a su alma codiciosa. En él solo hay MATERIALISMO y CEGUERA a ultranza.

 Ignora este personaje que la materia es solo materia, pues él se halla prisionero de la ilusión, lo que le impide iniciar el sendero de retorno a la verdadera patria del hombre. Los falsos valores oscurecen su  pensamiento y hacen sombrío su semblante. Rechaza la verdadera vida y acumula lo que le hace morir, lo que le asfixia.

 Que bien haría este hombre en reflexionar las palabras que pronunció Sócrates en el mercado de  Atenas: “Cuantas cosas hay aquí que no preciso!”

 Por ello es necesario desembarazarse, despojarse de los metales viles para entrar al Templo a buscar el oro espiritual. Solo venciendo la codicia de bienes materiales, la avaricia sórdida se puede transmutar en gloria espiritual. La verdadera y más elevada alquimia, es la que produce el oro filosófico y no el oro vil. Esta Alquimia le es comunicada al discípulo digno cuando el Maestro lo ve preparado para ello. Sin duda por esto es que los Grandes Maestros son comparados, en la Tradición Esotérica, a montañas de oro que esclarecen al mundo entero. Pero su transmutación es interior.  La materia de sus cuerpos físico y sutiles se torna primero materia  gloriosa (Esha - o Kalyani - Prakriti) y luego materia divina (Dalvi - Prakriti).

  

IGNORANCIA, FANATISMO Y SUPERSTICIÓN

 

  

   He aquí al pequeño idólatra fanático que se cree dueño de la verdad. El se aferra a sus creencias y sectarismos sin querer ir más lejos. El solamente cree pero no sabe. Bueno sería que supiera que solo cree, en vez de tontamente, solo creer que sabe. Pues quien en realidad sabe, no necesita creer. La creencia y la ignorancia son hermanas inseparables. Jamás comprenderá un ser tan limitado, ni lo necio de sus dogmas ni tampoco que existen verdades y órdenes de la realidad más elevados y que se le escapan completamente. Vive prisionero de su credo, como en una casa sin ventanas. La sabiduría y la Iniciación no se han hecho para él. Su actitud deforma su mente y lo torna esclavo de los falsarios los que, revistiendo pretendida autoridad espiritual, solo aspiran en realidad al poder temporal. Dejémosle en paz con sus falsas y limitadas doctrinas con las que pretende poseer la verdad total y definitiva. Es un ciego que no quiere y no puede ver. Mal podría apercibirse de los signos que Dios ha puesto en el mundo, pues con Salustio cabe afirmar “El mundo es un objeto simbólico”. De hecho es menester coincidir además con Jules Le Bêle en cuanto que cada objeto manifestado es un signo natural  y sensible de una verdad en el orden metafísico.

 

     Pero nada de esto es para los idólatras fanáticos.      Quien tiene demasiada fijación y confianza en sus propias ideas, cualesquiera que éstas sean, está incapacitado para descubrir la verdad. Bien afirmaba Antonio Porchia “Si yo fuera como una roca y no como una nube, mi pensar, que es como el viento, me abandonaría”.

 Pero tal vez lo más terrible es lo que se representa claramente en este relieve de la Catedral de Metz. Se trata de la idea pequeña y despreciable de Dios que tienen estos fanáticos. Su concepción es tan grosera y mezquina que en realidad ya no adoran a un dios sino a un demonio. Ya lo dijo magníficamente Jerónimo Savonarola, mártir de los fanáticos ignorantes, en estos versos inmortales:

DIOS

 

“Dicen que no comprendo Tu Existencia,

que el fuego de los réprobos me quema,

que mi lengua sin cesar blasfema

y que no entiendo la palabra DIOS.

 

Dicen que no Te busco ni Te imploro

Ni Tus Grandezas infinitas veo,

Dicen que tengo el corazón de ateo

Y que mi labio te maldice.

NO! 

El Universo es el augusto templo

donde te encuentra absorta  la mirada,

el Sol es una lámpara colgada

que derrama su luz sobre Tu altar.

 

Allí te adoro yo porque Tu Nombre

entre los astros fulgurante brilla

y en espíritu doblo la rodilla

adorando en silencio Tu Bondad.

 

El aire que la atmósfera embalsama,

la savia que los seres acrecienta

y el fuego que los mundos alimenta

Tu Excelso Nombre proclamando están.

 

Eres la Voluntad Inquebrantable,

el Bien Eterno, la Virtud Potente,

de la Verdad inagotable fuente

porque eres la Razón Universal.

 

En su terrible estupidez el hombre

se forja un Dios indigno de alabanza,

ebrio de odio, cólera y venganza,

terrible y sanguinario como él.

 

Otras veces se finge en su locura

un Dios afeminado que se esconde,

que a la voz del creyente no responde

si en su altar no hay encajes y oropel.

 

Eso no es Dios! El Dios en quien yo creo

tener no puede la ambición del oro,

 El Dios Bondad, el Dios a quien yo adoro

No cambia Sus Bondades por metal!”

 

Su Espíritu gigante no se oculta

En el recinto estrecho de un sagrario;

El Universo entero es Su Santuario

Pues es la Providencia Universal.

 

Interna Voz, Inagotable Fuente,

Fecunda Luz, Vivificante Esencia,

La base de Tu Templo es la conciencia

Y Tu Gran Sacerdote es el Amor.

 

Yo sé que existes Inmutable, Grande,

Yo en Tus Bondades infinitas creo

Pues en la tierra y en los cielos veo

Resplandecer esta palabra: DIOS!”

 

  

 VANIDAD Y LIMITACIÓN MENTAL

 

  He aquí reflejados a los vanidosos contentos y satisfechos consigo mismos, pues piensan que todo lo tienen, saben y parecen y no aspiran a nada más. Son, por todo esto,  ciertamente tontos y generalmente de atrevida ignorancia e insoportable compañía en la Vía Iniciática. Todo lo discuten y rechazan, pues pretenden

reducir la vida entera a los estrechos moldes de su estupidez. El Maestro debe cerrarles el paso con singular energía pues solo lograrán profanar el santuario y perturbar a los demás neófitos.

 

  Todo aprendizaje es un acto de humildad y quien carece de esta virtud, no logrará adelantar un solo paso en el sendero. A los tontos de todo tipo hay que descorazonarlos desde un comienzo y con ello se les hace un bien. Jamás se logrará hacer de ellos  auténticos iniciados sino a lo sumo mediocres envanecidos. El vanidoso se mira a si mismo en el espejo de la vida (speculum, de ahí proviene  speculare, especular). Prefiere esto a contemplar el Universo. Si se observara para conocerse se hallaría en la buena senda. Pero solo lo hace para vanagloriarse, en estúpido e injustificado acto de autoadmiración.

 

LA COBARDÍA

 

   El mundo está lleno de cobardes y la Iniciación es solo para los valientes y decididos.

 Muchos se jactan de su empuje pero terminan como el caballero del relieve, quien deja caer su espada y huye ante la aparición de un conejo. Son las dudas invisibles que asaltan al profano y aún al iniciado, las que constituyen el segundo guardián del umbral, aún más terrible que el primero. Los temerosos no nos sirven en la Vía Iniciática, puesto que, prisioneros de sus miedos, son incapaces de afrontar el menor riesgo aún cuando antes alardean de sus futuras e hipotéticas hazañas. Sus miedos son de muchos tipos. Miedo a perder posición o ventajas materiales. Miedo a perder prestigio en cualquier terreno. Miedo a la mala suerte. Pero los peores miedos son los que se generan en tontas e irracionales creencias de tipo religioso (miedo al demonio, al infierno y a la condenación, al pecado, aunque de entrada se jacten de que ya habían superado la idea del pecado).

   Es fácil hacer desistir a este tipo de gente. Bastan unas pequeñas pruebas iniciáticas para que huyan aterrorizados. Y es mejor que así lo hagan, dejando de abrigar ilusiones falsas sobre su propio valor y valer. Es mejor repetirlo para dejarlo en claro: no basta poseer espada para ser un auténtico caballero. Bien repiten los iniciados sufíes que “Aquel que aspira al cielo y teme al infierno es incapaz de la menor realización en el orden iniciático”.  

 

TORPEZA, INDOLENCIA Y HARAGANERÍA

 

 

  He aquí a los incompetentes, indolentes, letárgicos y descuidados. Son incapaces de desarrollar un esfuerzo prolongado. La vida misma pronto los aparta naturalmente del sendero Iniciático. No es necesario que nadie haga o diga nada al respecto.  Estos seres carecen de motivaciones reales y pronto olvidan sus buenos  propósitos, los que son meramente declamatorios.

  Pero aquí hay un símbolo a destacar. El caballero   y el caballo están ambos dormidos. El caballo es un símbolo tradicional de la naturaleza inferior e instintiva del ser humano, de la Prakriti como se la denomina en los textos sagrados de la India. El jinete dormido, símbolo de la naturaleza superior que aún no reclama su Divina Herencia, hace que este símbolo se asemeje al ya visto en el segundo grado.  No hay búsqueda en cuanto a lo más elevado a que puede aspirar el ser humano. Pero el caballo dormido indica que tampoco hay voluntad de búsqueda de lo material, incluso del propio sustento. Se trata simplemente de indolencia y pereza en todos los órdenes de la existencia.

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